jueves, 20 de noviembre de 2014

Quien fuera viento, para estarte meciendo


Ya lo decía la grandísima Rocio, que sabía un montonón y al final se quedó con lo que viene siendo para mi un mondongo ¿Qué le llevó a la grande a entregar la peineta por aquel huevo sin sal, agua de fregar y poco medio hombre?

Viva Sevilla, viva Triana, 
que esta loquito por mi me dice al oído, 
virgencita del alma. 
Y sabrá el maldecío mentir... me lo he creío. 
El que me habla de amor me vuelve mochales 
yo no tengo la culpa de que sean los hombres así tan especiales 
y es que me dejo llevar de dulces palabritas de amor 
y luego que me dejan plantá 
me dicen con salero: perdón que no lo he dicho ni na."


Generalizar en esto de hombres y mujeres da tanto miedo como respeto hacia esos seres alucinados que nos acompañan en el día a día, chicas. Hasta hace bien poco pensaba que sacando poquísimas excepciones de varones que me han confesado dolores y amores desgarrados por incomprensibles actos de mujeres, la palma en sufrir donde dije Diego te digo Rodrigo nos la llevábamos nosotras. Es cierto que tenía mucho más material de primera mano de ellas (nosotras), las chicas. Muchísimo material de mi primera propia mano. Para eso soy chica. Un día, hace ya unos mil años, el novio de mi mejor amiga me dijo que aunque yo fuera con mi verdad verdadera y dale que te pego al molino, eso no hacía que los demás te contaran la suya.

En el fondo a Rocio lo único que le pasa es que "se deja llevar" de dulces palabritas de amor. Las palabritas de amor, y más las dulces, son chupadas de decir. Y de oír ni te cuento. Se crecen con el ego. Se alimentan con la soledad. Se enaltecen a categoría de verdad irrefutable solo porque el oyente así lo decidió. "Cuando yo le digo a mi hijo Andrés que es lo más bonito del mundo, yo lo pienso y lo siento así" me dijo un día mi padre "Mi hijo debe ser lo suficientemente sensato como para saber que él no el lo más bonito del mundo" Yo tenía 17 años y mi hermano Andrés 6. No se si el pobre analizaba eso de ser lo más bonito del mundo. Para mí, él, definitivamente lo era.

Últimamente tengo una suerte tremenda con lo que me toca en la senda y me saludan en el caminar seres que más bonitos no pueden ser. Así lo pienso y así lo siento. Seres de todo tipo, ocasión y genero y en todos los posibles ámbitos de mi vida. Aceptar la hermosura de la alma ajena o la suerte que tengo de que depositen sus ojos, palabras y brazos sobre mi persona es algo que debería asumir como que el sol sale brillando por entre los tejados enmarañados cada madrugada de mi vida. Aunque yo no lo vea tras las nubes, él brilla. No hay que analizar cada día esas salidas, por favor, qué agotador. Es así y ya. Viene bien ser consciente de eso. Un día tú ya no lo verás salir por que no estarás así que mientras lo veas y lo sientas no lo analices, disfrútalo. No importan los motivos y si, me sobran las palabras. El simple hecho de estar presente vale más que todo lo que me puedas aportar a nivel conversacional. No necesito leer tus pensamientos siquiera. Necesito saber quien soy y donde estoy. Los demás son espejitos de tu alma donde da gusto mirarse cuando estás bien. Cómo me decía un amigo, yo no sé porque te digo lo que te digo pero vos si lo sabés.

Ser suaves con la dureza. Las flores paran más balas.

Foto de @Umakilledbill realizada esta magnífica mañana de Noviembre. Barcelona parecía que me regalaba el veranillo de San Martín alargado para disfrute de mi piel y mis ojos. Desde la terraza del Hotel Palace. De la mano de Mónica. 

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Pere Gila