El 26 de diciembre es San Esteban y es festivo en
Cataluña, tierra donde habito y por la cual paseo. Vivo a los pies del Garraf, parque
natural del Baix LLobregat, y desde la ventana de mi cocina cada mañana puedo
hacer el saludo al sol, mientras bebo una infusión, sin sacar una mano del
bolsillo de mi bata de invierno y la otra de la taza recién calentada
por el agua. No es un saludo al sol al más puro estilo yogui de mi amiga
Nirmala Devi (el sol sale por el mar, al otro lado de mi casa). Es más bien un "Bon día Sol, ¿qué tal estas? yo
muy bien. Hoy, 28 de diciembre, dormí del tirón".
El día de San Esteban hacía un sol luminoso y
casi cálido y salimos a pasear por el Garraf.
A los 12 minutos andando de mi casa se vislumbra esto
Realmente no tiene precio vivir en un pueblo así,
pero muchas veces no nos damos cuenta.
Caminando por senderos diferentes al que habitualmente hacemos nos encontramos a nuestro
paso con una visión a priori Spilbergriana (¿Kote, me dejas?). Este hombre podía bien haber
grabado sus "Encuentros en la tercera fase" en la base del Garraf. La vista a nuestros pies era la siguiente
Una enorme explanada llena de plantas secas. Plantas insertadas en sus tiestos insertados
a su vez en unos soportes de cemento.
Era raro y muy friki. En aquel
momento no había un cuerpo cerca, pero almas se sentían muchas. Le daban al lugar un toque fantasmagórico. Los
tallos de los antiguos troncos de Brasil o Palmeras era los únicos
espectadores. A mi hijo Luc todo aquello no le parecía raro y saltaba de un esqueleto de planta a otro
diciendo “Mira mami, que bonito. Hay
caracoles”.
Analizando mejor los alrededores vimos a lo lejos
unas edificaciones tan poco naturales en ese paisaje como el cementerio de
troncos del Brasil. A mi marido le daba mucho cague pero la periodista oculta y
bloguera activa que hay en mí, Pere Gila, se lanzó al interior por un cristal
roto y empezó a fotografiar la escena del crimen.
Era como caminar por una peli de catástrofes naturales o muertos vivientes donde todos han sucumbido y esperas encontrarte con el siguiente peligro a la vuelta de la esquina, o como llegar a un paraíso perdido donde todo está por hacer enseñándote la promesa de lo que otros han sabido hacer antes que tú. Maravilloso y sepulcral de silencio. La luz y la temperatura cálida y gélida de diciembre soleado se colaba por cada vidrio del antiguo invernadero. Al llegar al final del "Pabellón Uno" salí a la parte posterior y allí esperé a que llegaran mi marido y mi hijo rezagados. El niño, tiraba del padre (un poco de curiosidad por favor...)
El "Pabellón Cuatro" situado el más lejano, tenía un candado al lado de la puerta totalmente limpia de cristales, como si alguien los hubiera quitado para evitar el efecto guillotina del que me estaba avisando mi marido desde hacía ya 15 minutos. "¿No iras a entrar ahí, verdad?". Agarró fuertemente la mano de su hijo y el niño no dijo ni mú, ni me siguió, claro está.
En el interior esperándome encontrar un humo negro o un oso polar al más puro estilo de "Lost" y ya poderme morir agusto después de habérselo contado a mi cuñado Fernando Chesa, me encontré con esto
Una nueva vida ordenada crecía dentro de la humanidad salvaje. Salí de puntillas y me dirigí al Garraf a acabar de pasear ensimismada con lo que quería decirme todo aquello.
Aún hoy sigo dándole vueltas impactada. Pero como últimamente me impacto con una mosca chocándose con un vidrio una y otra vez cuando antes lo veía normal y ahora le abro la ventana para que salga (deben ser los 40 que me han pegado fuerte un año después de cumplirlos) no sé racionalizar (MUY raro en mi...) y solo acierto a respirar.
A vosotros, queridos Peregilos ¿Qué os inspira?. Besos cálidos de diciembre desde el Garraf