Hace seis meses que los lunes no son lunes. Los jueves de cada dos son super jueves. Las semanas pares son mías en adolescencia y las impares son íntegras en alma a la infancia. Los martes me bipolarizo según sean míos o no salvando tres horas a la tarde. Los domingos suelen ser suaves o intempestivos sin termino medio. Los sábados siempre se desarrollan en horas de aventuras para diferentes edades. Los miércoles que no van a ningún lado caen en medio de un impás, ni pa ti, ni pa mi y los viernes, ah, los viernes... Los viernes siempre, siempre, siempre, son eterna y atemporalmente bienvenidos. Todo esto se adereza con congresos, caterings, cenas de última hora, llegadas al aeropuerto, salidas de hoteles, citas con la psicóloga, fantasmas de ultratumba y espíritus de futuro.
Hace seis meses que vivo sola quince días al mes. Los quince días en los que me gobierna la madurez me salva mi niño de la mano. En realidad poco podría hacer él si yo no quisiera encauzarme. Pero me es más fácil acallar los diablos y los deseos deseados. Los quince días en los que ando sola me elevo o me hundo según la víscera corporal que me de la mano, el corazón o la cabeza. ¿Tardaré seis más en centrarme? ¿Lo haré alguna vez? ¿Querré ser el espejo de otros y el reflejo fiel de mi tribu? ¿Quiero saber lo que es saber? ¿Quiero desear con cabeza en vez de con ilusión? ¿Quiero fantasear realidades o viene siendo mejor esta vorágine de sube y baja?
Desde que me tengo que currar con cincel esos minutos, esas horas, esos amaneceres sola y atardeceres iguales, desde que eso está en mi mano y no puedo culpar a nadie, soy más libre. Soy lo mejor o lo peor que puedo llegar a ser. Tremenda responsabilidad de actitud no ya respecto a mi hijo de seis si no respecto a lo que me debo yo. Si puse mi vida patas arriba, si los planes del futuro trazados con compás, escuadra y cartabón, ya no valían, si el amor ya no contaba más, si las hipotecas ya no atemorizaban, si me mordí a dentelladas el negro futuro, si fui capaz de todo eso y de empezar a planear de cero, ¿Qué miedo le tengo entonces al cero?
Entre "Santa Rita, Rita, Rita, que me quede como estoy" y "Ten cuidado con lo que deseas que se puede convertir en realidad" se me plantan las horas, los días y las semanas desafiantes. Esa paciencia que todo llega, ese correr que el mundo se me acaba, ese ahora o nunca. Ese saber sonreír los días malos sabiendo que se remonta, sabiendo que las risas te sacan, que los demás apuntalan, pero que del suelo te levantas sola. Sola, orgullosa y con los ovarios muy bien colocaos. Que para eso me dieron armas desde chica. Que para eso me enseñaron con ejemplos y no con palabras. Que unos ojos de amor y una sonrisa, que una caricia y un abrazo, que un: "yo he estado por donde tú vienes, camarón, y no te juzgo" te confirman la decisión. Pero la decisión y el paso es tuyo.
El lunes es tuyo, para vivirlo, para beberlo, para quemarlo o para respirarlo. Tú decides si quieres que sea de puntillas para no molestarle o con paso firme para imponerte. Salga como salga el martes está a la vuelta del reloj. Y ahí, tendrás que levantarte otra vez y decidir que quieres hacer con esa maravilla de día en exclusiva para ti.
Feliz empuje y gracias por leer.